Las rutas, el viajar, el constante movimiento, el avanzar o el espíritu aventurero es algo intrínseco en el ser humano. Partiendo de esto entendemos el nacimiento de diversas rutas comerciales como la de la seda, o rutas de peregrinaje como el Camino de Santiago, objeto de nuestra intervención.
Y es que cada vez es más habitual encontrar un perfil de peregrino dispuesto a hacer el Camino por puro crecimiento personal, en búsqueda de un encuentro con uno mismo y con sus pensamientos, además del enriquecedor intercambio social y cultural con otros caminantes.
El hacer el Camino lleva consigo mismo este viaje tan intenso y cargado de emociones, viajar en el sentido más estricto hasta el lugar de peregrinación. Pero hay otra manera de hacer el Camino, y es también viajando, pero hacia dentro, para uno mismo. Y es con esta idea con la que surge este proyecto, la creación de un espacio para la reflexión y la meditación.
Cuando más nos encontremos a nosotros mismos más sentido tendrá el viaje, no el del camino, que también, sino el de la vida.
Para encontrarse a uno mismo, a veces es necesario perderse. Este concepto es la base de este proyecto. Como parece contradictorio perderse en un camino, la importancia de crear recorridos es fundamental, y de aquí la importancia de ellos en este artefacto
.
La importancia de los recorridos es clave, como también lo es el ir encontrando espacios, siendo esto un constante no parar al circular por estos muros de ladrillo. Estos espacios son la base de donde orbitan los caminos laberínticos, gracias a ellos nos podemos ir encontrando espacios que no hubiéramos imaginado.
Entendemos que el paisaje en el Camino tiene una importancia vital. En este proyecto ocurre lo mismo, el impacto paisajístico, su manera de interactuar con el entorno y la contraposición intencionada con el paisaje de la meseta, son su punto fuerte.
La gran torre, además de ser un hito con carácter monumental, dentro funciona como el gran espacio de meditación, además de todos los recorridos del complejo. En esta, la luz entra por una abertura en la parte superior, y esta luz junto a las condiciones de altura, forma y materialidad de la torre, nos producen una sensación mística muy ligada con la meditación. Esta sería la capilla si se le puede llamar así. Se accede a ella por un pasillo oculto subterráneo, cuyo acceso está situado en un muro dentro de los recorridos entre los espacios. Por tanto, para llegar a este espacio místico, no hay que ir al centro o buscar la torre, hay que perderse para encontrarlo.
En general, es un volumen abstracto y sintético, tipo escultórico. A la vez cumple todas las funciones ya que en el interior
se albergan espacios como duchas, aseos, vestuarios, lugares para descansar, merendero, pequeños espacios con
fuentes, muros que nos ofrecen sombra, espacios para sentarnos y relacionarnos con los demás, espacios para el juego,
exposiciones, land art o hasta un pequeño teatro.
La ubicación del conjunto es central, no existe ninguna jerarquía ya que al emplazamiento se puede acceder mediante
senderos, carreteras o por el canal. Se accede a los pequeños equipamientos mediante unos pasillos directos bastante
intuitivos o simplemente perdiéndose, esto último para los más valientes o aventureros. Se consigue una accesibilidad
universal y por todas las orientaciones.
La materialidad va más allá de lo estético o construido, aquello simbólico. En lo puramente constructivo, los muros
son de un metro de grosor, están huecos por dentro y se componen de ladrillo de dimensiones 25 cm x 12 cm x 5 cm, a
sogas. Todo está hecho de obra de fábrica excepto el pavimento que es de piedra. El gran monumento resiste al ser sus
muros de gran espesor y al estar empotrado con el terreno.
Este artefacto atrae la curiosidad de todo aquel que lo observe a lo lejos, siendo esa persona atraída por el misterio
que este hito genera, te invita a acercarte y recorrerlo, cumpliendo el objetivo de la reflexión y la meditación mediante
recorridos.
