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El Laberinto

  • Foto del escritor: Tomás Vidal
    Tomás Vidal
  • 27 abr 2020
  • 5 Min. de lectura

Era imprescindible y de obligada tarea, siendo el laberinto un concepto tan importante en mi proyecto, escribir una entrada en el blog después de investigar un poco al respecto.


El significado cultural y la interpretación del laberinto como símbolo es muy amplio y rico. Está presente en diversas culturas, épocas y lugares, presentándose siempre como un símbolo ligado a lo espiritual.

Es complicado determinar cuando comienzan a representarse dibujos y grabados de laberintos o cual fue la primera civilización en utilizarlos. Las primeras representaciones conocidas datan de finales del Neolítico y principios de la Edad del Bronce (aproximadamente en el II milenio aC).

Existen por tipología numerosos tipos de laberintos, que en función de sus recorridos se pueden dividir en:

- Laberinto clásico o univiario: es el que hace recorrer, al ingresar en él, todo el espacio para llegar al centro mediante una única vía, camino o sendero.

- Laberintos multiviarios: es donde al recorrer el interior del laberinto puede seguirse el camino correcto o uno incorrecto, que llevará o no a la salida del mismo.

El laberinto en etapas clásicas era por tanto univiario, bastante más simples que los que posteriormente vendrían. En la siguiente imagen vemos unas monedas minoicas.



Un posible hecho de la formación del mito del Laberinto puede haber sido el palacio de Cnosos en Creta (1900 aC). Era un complejo de habitaciones y corredores en el que los invasores atenienses tuvieron dificultad para encontrar y matar al rey cuando lo tomaron. La planta me parece muy interesante y espectacular, los recorridos son totalmente laberínticos y esto es una muestra más de la amplitud del término laberinto.


La expansión de la cultura romana lleva consigo la expansión del símbolo y el mito del laberinto. El mito del minotauro es tremendamente popular y su representación o, mucho más común, la representación de Teseo dándole muerte se encuentra en el centro de casi todos los laberintos de esta época. Siguen siendo univiarios o unicursales, pero ahora son un poco más complejos ya que se dividen en cuatro sectores simétricos.


Entre esta tipología de laberinto y el laberinto medieval que llegará siglos más tarde hay un paso intermedio en el que se cristianiza el símbolo y la temática. Se mantiene la tipología romana, pero se cristianizan los motivos centrales sustituyendo las imágenes del minotauro o su lucha con Teseo por motivos religiosos.

Durante la Edad Media, el laberinto está fuertemente relacionado con el duro camino de los creyentes hacia Dios. El recorrido tortuoso de los caminos enredados y difíciles hasta hallar el centro simbolizaban la participación en los sufrimientos de Cristo en la cruz. El camino del laberinto es el peregrinaje, es la muerte al hombre antiguo, pecador. El hallazgo del centro representa el volver a nacer.


En el S. XII nos encontramos el laberinto como símbolo completamente aceptado en los edificios religiosos. Ya popularizado encontramos laberintos en el suelo que están diseñados para ser recorridos a pie. De estos laberintos construidos con la finalidad de ser recorridos a pie quizás el más conocido sea el de la Catedral de Chartres.



En el Renacimiento el ser humano se convierte en el centro del laberinto, como reflejo de las enseñanzas humanistas antropocéntricas.

Se da un nuevo auge a los laberintos de setos en los siglos XVII y XVIII, y por la influencia del colonialismo se extienden a otros continentes, en algunos de los cuales habían existido en épocas pasadas tradiciones autóctonas de laberintos.


A partir de la época colonial se reduce el interés popular por los laberintos, hasta que ya bien avanzado el siglo XX hay un resurgir en el denominado turismo de laberintos, que hace se creen nuevos laberintos y se mejore el estado de los antiguos. Por estética, por oportunidad, como por un resurgir en la búsqueda de la espiritualidad del símbolo del laberinto.

En la actualidad, el laberinto se mantiene como un símbolo vivo presente en diferentes ámbitos, desde la esfera artística en numerosas propuestas en pintura, escultura, cine, investigación académica antropológica, psicológica, así como también en la gráfica, publicidad e incluso en distintas áreas de entretenimiento como en los videojuegos.



El escritor argentino Jorge Luis Borges estaba fascinado con el concepto del laberinto y lo utilizó muchas veces en el desarrollo de sus cuentos. El uso literario que este escritor le dio al tema ha inspirado a gran cantidad de otros autores en el mundo.

Borges tiene una forma muy suya de concebir la idea de laberinto. En general,

cuando se piensa en la noción de laberinto, se le atribuye espontáneamente como

rasgo principal ya sea el que corresponde a “para perderse”, ya sea el de

“de donde no se puede salir”. Parece claro que Borges adopta esta segunda

acepción. De allí su asimilación del laberinto al infinito. Un laberinto es un lugar

determinado y circunscrito (y por lo tanto, finito), cuyo recorrido interno

es potencialmente infinito. El “sujeto” del laberinto borgesiano no está afuera,

preguntándose por el sendero que lleva a su centro, sino adentro, desde siempre,

resignado a no poder salir. Dicen, que entre todos los laberintos el que más fascinó a Borges fue el siguiente, llamado "el laberinto del tiempo". A mí personalmente los siguientes versos me encantan:

Soy el que pese a tan ilustres modos

de errar no ha descifrado el laberinto

singular y plural, arduo y distinto

del tiempo que es de uno y es de

todos. Soy el que es nadie el que no fue una espada

en la guerra, soy eco, olvido, nada.


Tampoco puedo dejar desapercibidos los siguientes, titulados "Laberinto":


No habrá nunca una puerta. Estás adentro

y el alcázar abarca el universo

y no tiene ni anverso ni reverso

ni externo muro ni secreto centro.

No esperes que el rigor de tu camino

que tercamente se bifurca en otro,

que tercamente se bifurca en otro,

tendrá fin. Es de hierro tu destino

como tu juez. No aguardes la embestida

del toro que es un hombre y cuya extraña

forma plural da horror a la maraña

de interminable piedra entretejida.

No existe. Nada esperes. Ni siquiera

en el negro crepúsculo la fiera.




Otra figura que me ha causado admiración es Escher. Sus extrañas pinturas tienen algo que nos atraen, a pesar de ser completamente imposibles tienen un extraño componente laberíntico que parece atemporal. ¿Qué tienen este tipo de obras que en general tanto nos llaman la atención?




En lo más arquitectónico de estudios y marcas, destaco las siguientes dos maneras de jugar y crear distintos modelos de laberintos, el primero de Gijs Van Vaerenbergh en Genk y el segundo de BIG en Washington.





Buscando también muchos modelos de laberinto, el Laberinto de Altjessnitz me ha parecido realmente complejo y desesperante de transitar. Os invito a que intentéis seguir el camino ;)




Para terminar esta entrada sobre estos elementos tan presentes en nuestra historia y a la vez tan desconocidos, quiero hacerlo con un referente que me mencionó Mariola y que conociendo posteriormente la historia me parece muy acertado.

Es el caso de la intervención paisajística de Cretto Burri en Gibellina, Sicilia. El pueblo de Gibellina fue completamente destruido por un terrible terremoto en 1968 y fue posteriormente construido cerca. Alberto Burri fue propuesto para cubrir los escombros del pueblo destruido, manteniendo el trazado urbano. Y sobre las ruinas, Burri, colocó enormes placas de cemento, transformándolas en una obra de arte. El carácter simbólico, la sencillez y delicadeza con la que se interviene me parece sublime.





 
 
 

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